Gracias a los contactos de nuestro marsupial teníamos entradas para ver en directo el partido amistoso de fútbol entre Inglaterra y España. Se trataba de su segunda incursión en el estadio británico más universal en menos de seis meses y esta vez, al contrario que el pasado mes de mayo, no iba a dejarle escapar. Comida, pintas para calentar y metro hacia el estadio.
Peregrinando hacia el templo. |
87.189 espectadores vivimos una primera parte entretenida y una segunda más tediosa. Por mi parte, en función de a lo que estoy acostumbrado en la ribera del Manzanares me decepcionó la falta de cánticos para animar a la Selección Española, salvo el cutre tarareo del himno nacional o el estribillo de algún clásico patrio.
Sin duda, el momento de la velada lo protagonizó un espectador de nuestro sector que, en un momento de tedio, se puso en pie y gritó a la manera del líder espartano más conocido "Ingleses, esto es ¡Españaaa!". Su intervención provocó muchas carcajadas, más teniendo en cuenta su poco amenazador aspecto.
Para no faltar a la costumbre familiar ni decepcionar a mis cuñadas, durante el descanso me encontré por los pasillos no con una, sino con dos personas a las que hacía en la piel de toro. Uno estaba de visita y el otro, con sudadera rojiblanca y que me regaló una bufanda del evento, había regresado a la isla en la que nació.
Bufanda conmemorativa del evento. |
Perdimos otro amistoso, pero lo pasamos bien. Para mitigar la decepción no tuvimos más remedio que pegarnos un homenaje culinario oriental y tomarnos unas consumiciones, aunque el cansancio hizo estragos y este hecho, unido a la diferencia de horarios, nos retiramos antes de lo que solemos.
Domingo cultural hasta que encontramos un pub... canadiense. Comida, charla para arreglar el mundo, Covent Garden, café y paseo por el Soho y alrededores hasta echar el ancla en otro local. Besos, abrazos, parabienes, ellos al sur y yo a Camden. Agradecido y emocionado, solamente puedo decir "¡Gracias por veniiir!".