En este diario de viajes compartiré algunas de mis vivencias sobre los diferentes lugares en los que he vivido: Madrid, Londres, Montevideo, Harbin y ahora Moscú. Cuando hable de alguien no pondré su nombre, si alguna vez patino confío en que me disculpéis. En la medida de lo posible y de que me apetezca, trataré de que el título o algunas palabras de cada entrada estén relacionados con diversos aspectos musicales y contengan enlaces para que podáis escuchar canciones. Espero que os entretenga.

¿Usted no nada nada?

Uno de los objetivos de mi estancia en Londres era cambiar algunas de mis costumbres. Entre mis estrecheces económicas, que no conozco a tanta gente aquí y que me lo paso mejor en España, como ya escribí en otra ocasión, comencé a vivir más los días que las noches.

Así, para ocupar las horas y mantenerme activo decidí apuntarme a un centro de deportes cerca de mi casa. El edificio, de ladrillo visto y completamente modernizado, solía albergar los baños públicos del barrio.

El edificio está completamente rehabilitado.

Lo primero que me llamó la atención es que se encuentra en una calle que se llama igual que una de las que solía atravesar en la capital irlandesa. ¿Una señal para invitarme a entrar?

¡Cuántos buenos recuerdos!

Me decidí, me enseñaron las instalaciones, me convencieron y me apunté. En función de mis preferencias un monitor me puso una tabla de ejercicios para realizar en el gimnasio, pero pronto comprobé que me entretiene mucho más nadar en la piscina, tras lustros sin frecuentarla.

Un día me propusieron participar en el intento para lograr un récord Guinness y no lo dudé. La prueba consistía en reunir a más de 300 personas flotando en plan boya sin apoyos y dando patadas para no hundirse, como los jugadores de waterpolo.

Participaron personas de todas las edades.

Los resultados llegaron al cabo de los días, pregunté... y no tuvimos éxito porque no reunimos a las personas necesarias. En fin, lo importante fue participar y "crear comunidad", algo de lo que gustan mucho por estos lares y ojalá hiciéramos más.

Lo importante es participar.

Amigos y Wembley

Tras sufrir diferentes problemas de comunicación, mis amigos y yo nos reunimos en uno de los principales intercambiadores de transporte y nos dirigimos a su hotel. Varios malentendidos con el taxista y el recepcionista generaron las primeras anécdotas, bastante cabreantes por lo cansados que estábamos.

Gracias a los contactos de nuestro marsupial teníamos entradas para ver en directo el partido amistoso de fútbol entre Inglaterra y España. Se trataba de su segunda incursión en el estadio británico más universal en menos de seis meses y esta vez, al contrario que el pasado mes de mayo, no iba a dejarle escapar. Comida, pintas para calentar y metro hacia el estadio.

Peregrinando hacia el templo.

87.189 espectadores vivimos una primera parte entretenida y una segunda más tediosa. Por mi parte, en función de a lo que estoy acostumbrado en la ribera del Manzanares me decepcionó la falta de cánticos para animar a la Selección Española, salvo el cutre tarareo del himno nacional o el estribillo de algún clásico patrio.

Sin duda, el momento de la velada lo protagonizó un espectador de nuestro sector que, en un momento de tedio, se puso en pie y gritó a la manera del líder espartano más conocido "Ingleses, esto es ¡Españaaa!". Su intervención provocó muchas carcajadas, más teniendo en cuenta su poco amenazador aspecto.

Para no faltar a la costumbre familiar ni decepcionar a mis cuñadas, durante el descanso me encontré por los pasillos no con una, sino con dos personas a las que hacía en la piel de toro. Uno estaba de visita y el otro, con sudadera rojiblanca y que me regaló una bufanda del evento, había regresado a la isla en la que nació.

Bufanda conmemorativa del evento.

Perdimos otro amistoso, pero lo pasamos bien. Para mitigar la decepción no tuvimos más remedio que pegarnos un homenaje culinario oriental y tomarnos unas consumiciones, aunque el cansancio hizo estragos y este hecho, unido a la diferencia de horarios, nos retiramos antes de lo que solemos.

Domingo cultural hasta que encontramos un pub... canadiense. Comida, charla para arreglar el mundo, Covent Garden, café y paseo por el Soho y alrededores hasta echar el ancla en otro local. Besos, abrazos, parabienes, ellos al sur y yo a Camden. Agradecido y emocionado, solamente puedo decir "¡Gracias por veniiir!".

¿Dónde estabas tú?

Sé que se trata de una pregunta muy manida por programas nostálgicos y recopilatorios de canciones de antaño, pero en esta ocasión la traigo a colación porque, a pesar de que me fastidió perderme el cumpleaños de mi osteópata epistolar, tuve el honor de acudir a la boda de una de mis grandes amigas italianas.

Aunque sólo nos conocimos durante medio curso universitario que vino a estudiar a Madrid, como nos caímos muy bien mantuvimos un contacto medianamente constante a lo largo de los años. Un tiempo después ella me ayudó cuando atravesé una de mis épocas complicadas y al año siguiente yo hice lo propio, vivencias conjuntas que nos unieron más aún.

Sabía que convivía felizmente con uno de sus compatriotas, que casualmente es mi tocayo, pero a primeros de septiembre me sorprendió al anunciarme que se casaban el 11-11-11 a las 11:11, un momento imposible tanto de olvidar como de repetir. Sin embargo, me dejó realmente patidifuso cuando me pidió que fuera uno de los dos únicos testigos de la boda: il testimone!

El cielo italiano estuvo agradablemente despejado todos los días.

Ese mismo fin de semana tenía previsto ejercer de anfitrión con dos de mis más allegados, con lo cual tuve que hacer encaje de bolillos para estar en todas las salsas. De este modo, el miércoles la aerolínea de la lira me trasladó hasta la localidad umbra en la que residen para disfrutar de los momentos previos al enlace y someterme a una auténtica inmersión lingüística nativa.

El primer día me presentaron a sus padres, una pareja encantadora, además de al afortunado. Entre otras cosas, volví a recorrer algunos de los rincones de la ciudad y asistí a una representación teatral, un monólogo espectacular de la novia. A pesar de ser en italiano me enteré de casi todo... y me emocionó comprobar lo estupendísima actriz que es. Dove stai, capitanooo?

Una de las muchas críticas favorables que cosechó.

Al día siguiente me reencontré con sus antiguas compañeras de piso, me presentaron al resto de su familia y formé parte del típico exilio que realiza el novio la noche previa al enlace. Me enseñó el pueblo en el que estudió, tuvimos ocasión de conocernos mejor y nos pegamos un buen homenaje gastronómico para celebrarlo. Tras realizar algunos preparativos del evento dormimos en casa de sus padres, una pareja entrañable.

¡Llegó el día! Mientras nos vestíamos aparecieron sus amigos y le acribillaron a fotos. Nos trasladamos a la pequeña localidad en la que se ofició la ceremonia y todos me acogieron de manera maravillosa. La verdad es que fue perfecto y, según me han comentado, sono rimasto nel cuore di tutti, ¡y ellos en el mio! Entre eso y que me olvidé el pijama tendré que regresar.

El ramo de novia estuvo compuesto de rosas y peperoncini, ¡precioso!

Por culpa de mi horario apretado me tuve que marchar antes de tiempo. Besos, abrazos y parabienes de despedida, taxi, tren a La Ciudad Eterna y encuentro fugaz con mi antigua vecchia vicina. Sorprendentemente, la carretera estaba expedita y llegamos al aeropuerto sin apuros. Me quité el traje, malcomí un bocadillo, dormí algo en el avión y aterricé a tiempo para recibir a uno de los padres más cariñosos que conozco y a El Koala Negro.

Televisión

Una buena manera de aprender inglés y conocer la cultura local es ver la televisión. Cuando aún no disponía de cubil propio me emocioné al visionar un documental sobre una de las viejas glorias de los diablos rojos y me reí con un concurso sobre músicos y canciones.

A los ingleses les siguen encantando los juegos de palabras.

Ya instalado, siempre que puedo veo el informativo de las 22:00 con mi casero en "la nacional", como se suele decir en mi casa. Muchas veces quisiera comentar algunas de las noticias, pero como el pobre está muy sordo casi siempre me quedo con las ganas.

Al terminar, algunos lunes alargo mi convivencia con un concurso con temática deportiva que me entretiene mucho. El juego consiste en dos equipos capitaneados siempre por las mismas dos personas y cuyos invitados, deportistas en activo o ya retirados, responden a diferentes preguntas a través de diversas pruebas. A pesar de que muchas de las cuestiones son de ámbito británico y no estoy tan al tanto como desearía me lo paso muy bien porque los habituales y los invitados suelen ser realmente graciosos.

Los jueves me pongo más serio cuando echan un programa de debate sobre diversos temas de actualidad política y social. El presentador es un veterano e incisivo periodista que sabe sacar el jugo tanto a los invitados como al público, cuya participación resulta indispensable para el buen funcionamiento del programa.

Lo normal es que acuda un integrante destacado de cada partido político, un representante de los medios de comunicación y alguien relevante desde el punto de vista cultural. Ya he visto sufrir a muchos ministros y exponer sus opiniones a miembros de la farándula nativa, desde el actor que se encasilló en el papel de guapo atolondrado hasta el cantautor con tupé al que homenajeó uno de mis ídolos musicales, que calza un peinado similar.

Antes de comenzar a grabar ensayamos para que todo saliera bien.

Este programa tiene mi edad y cada vez se celebra en una localización diferente. Se graba en falso directo el mismo día dos horas antes de su emisión y no se edita, al contrario de lo que pensaba. Así, se ve directamente lo que se rueda de una tacada y todo el dinamismo que muestra es en tiempo real.

Cuando me enteré de que una edición iba a tener lugar en Londres me apunté a través de su página web, me llamaron y acudí. En aquélla ocasión se grabó en una biblioteca espectacular con forma de octógono sita en una de las universidades de la zona este.

La primera parte se centró en que el padrino de boda y gran amigo del ya dimitido (sí, aquí conocen el término) ministro de Defensa aprovechó su relación para presentarse como asesor político ante diferentes autoridades extranjeras y se pegó decenas de viajes por todo el mundo, que aún está por saber si corrieron a cargo del contribuyente. Aún está por averiguar si la joyita manejó información que afectase a la seguridad nacional.

Posteriormente, vino el debate sobre qué sucederá con la Seguridad Social de aquí; de hecho, antes de comenzar un grupo de manifestantes protestó contra una posible privatización, rumor que el ministro de Sanidad, allí presente, negó de manera categórica... aunque pocos le creyeron y muchos le abuchearon.

Para los que sintáis curiosidad pero no queráis ver el programa entero, aparecí a la izquierda entre los minutos 13:23 y 13:28 y un instante en el mismo lugar entre 17:09 y 17:10; pero más de cerca entre 19:35 y 19:37, entre 21:40 y 21:47 y entre 21:56 y 22:00: incluyo una imagen que lo confirma.

El acontecimiento requería una camisa.

Jota

Sé que me autoimpuse la regla de no mencionar directamente a las personas que reflejara en mis historias, pero como el protagonista de esta entrada soy yo y no mento a nadie que no lo desee, pues me la salto. ¡Si hasta hago trampas cuando juego al solitario!

Por experiencias previas en el extranjero ya estaba al tanto sobre el hecho de que pocos no hispanohablantes saben pronunciar la jota a la española. Lo más común es que digan mi nombre como one (uno) y en los periódicos británicos abundan los ejemplos sobre ello cuando escriben sobre alguno de mis tocayos.

Ojo al doble juego de palabras con el nombre y el origen hispano del jugador.

Así las cosas, antes de comenzar mi aventura inglesa sopesé que me llamaran Tama, uno de los diminutivos de mi apellido y por el cual me conoce mucha gente. Finalmente, deseché la idea y sólo lo empleé para crearme una nueva identidad virtual.

Sin embargo, en una pirada de olla donosil escribí algunos ripios para reivindicar el sonido tan característico de ese fonema fricativo velar sordo para mí tan querido. Tras un paso por chapa y pintura, aquí van.


Me conocen como Tama, pero a algunos las corrijo
y les pido que me menten como el cura me bendijo
y mis padres decidieron cuando sólo era un canijo.
Juan, ese es mi nombre, ¡fijo!,
en buen román paladino y con jota bien marcada.
Porque aunque todos mis motes den resultado prolijo
en función de cómo se usen a veces me da una arcada.

Muchos jambos abanderan parte de esta gran cruzada,
reconocer el fonema que tanto abunda en España.
Jesús, José, los Janeiro, la Juani, la Jaca Paca,
Los J, el de Los Planetas y el guitarra de una banda
rapera y rockanrolera que descerraja con saña.
Sus rimas irreverentes nunca tiran de navaja.
Denuncian males ajenos y yo me parto la caja.

Pero ya en el extranjero te vuelves medio majara
cuando escuchas que te llaman de un modo que no te encaja.
El yuan es moneda china y one era uno en Irlanda.
¿Tan difícil les resulta pronunciar como Dios manda?
¿Acaso es tan complicada la palabreja de marras?
Es como echar un gargajo en la jeta de un baranda
previo paso por el cuello, la laringe y la garganta.

Juan es término bonito y su dueño es una alhaja,
en los saberes prolijo, gran conversador de barra
fija de bar o garito, ya en un pub o en una tasca.
Me enfurruño, despotrico, me quejo de esta morralla.
Gimo un poco, les exijo, ¡no cejaré hasta enmendalla!
No importa cómo me llamen, con cuajo no pasa nada,
mientras sea con cariño y no se expresen con saña.


Sólo espero que al leernos a mi hermano y a mí no os hayan venido a la cabeza los siguientes versos que El Manco de Lepanto escribió en su Viaje del Parnaso:


¡Oh falsos y malditos trovadores,
que pasáis plaza de poetas sabios
siendo la hez de los que son peores [...]!

Marcha

Desde que estoy en Londres no he salido mucho de marcha, tanto por no conocer aún a demasiada gente como de manera voluntaria, ya que en ese sentido aproveché con creces los últimos meses años en Madrid acumulando hat tricks J-V-S... y algún domingo latinero que otro.

Lo bueno es que casi cada vez que lo he hecho he visitado zonas distintas, con lo cual tengo una idea aproximada de lo que es la farra de esta ciudad. Incluso he visitado una de las catedrales del trance, lugar del cual me esperaba mucho más y del que me gustó una de sus salas pequeñas: allí pinchaban verdadera zapaTiga, como bautizamos a ese tipo de música durante la última edición de nuestro ineludible festival murciano.

El día que mejor me lo pasé fue al poco de llegar aquí, cuando un amigo y yo nos hicimos colegas de una española y varios italianos. Bailamos, cantamos, reímos, intercambiamos teléfonos para repetir la experiencia... y hasta ahora, a pesar de mis intentos. Todavía me resulta curioso cómo la gente que lleva varios años viviendo en suelo británico pero no es de aquí adquiere esa actitud de desapego autóctona, aunque quizá sea yo el idealista en ese sentido, who knows?

Es muy probable que mi perspectiva esté condicionada por el hecho de que no pueda compartir momentazos con muchos de mis grandes amigos del alma y mi bolsillo no esté para muchas alegrías -ya que sólo voy a pintas y todavía no me he tomado ningún chupito-, pero que queréis que os diga, me lo paso mejor en Madrid.

Como dice mi padre, siempre con una tía en una mano y una copa en la otra.

I predict a riot

Llevo varios días queriendo escribir algo sobre los recientes disturbios británicos. Todo comenzó con la muerte a manos de un agente de un señor, supuestamente armado. Para unos era un padre ejemplar, mientras que otros destacaban que era sospechoso de liderar una banda de delincuentes. La familia del fallecido fue a pedir explicaciones a la comisaría de turno, parece ser que una chica recibió unos palos de los defensores de la ley... y se armó el lío, primero en Londres y luego en otras ciudades.

Londres, ciudad sin ley.

Por todo lo que he visto, oído y leído, tanto en los medios de comunicación como entre mis amigos, cada uno analiza el asunto como le interesa, desde que todo es fruto de que los blancos se han comportado como negros en lo que se refiere a la cultura nihilista y los hábitos "gangsterianos" -según rebuznó en la televisión pública uno que se hace llamar historiador- hasta que los gobiernos conservadores son los culpables de todos los males, error que corrige un periodista del periódico global en español al mismo tiempo que ilumina a la gente sobre uno de los discos más influyentes de todos los tiempos, cuya portada hecha cartel adornaba mi salón. Incluso un británico considera que la sociedad española es mejor que la británica. ¿Será verdad?

¡No salgas esta noche!

Podemos aducir que la policía no se comportó de la mejor manera ni al principio ni cuando se vio desbordada por los acontecimientos, que no estuvo lo suficientemente expeditiva, que la sociedad es la culpable... Sin embargo, la gente no debe aprovechar la coyuntura para saquear y destruir sin decoro. ¿O es que acaso alguien piensa que les movía otro motivo? No había ni ideas, ni pancartas, ni propuestas: simple afán destructivo, como dice mi madre. En definitiva, considero que estos actos no tienen ninguna justificación y no puedo estar más de acuerdo con esta portada.

Los copiotas cretinos, traducción libre.

Yes, I do

Hace unas semanas comencé un curso de inglés gratuito que me recomendaron. A pesar de ser una franquicia y de que tengo una sucursal al lado de mi casa me toca ir a otra sede que se encuentra a 45 minutos en metro, porque la primera está cerrada de manera definitiva, aunque como conserva el cartel en la entrada me costó tres visitas averiguarlo. A mis hermanos igual les resultará curioso saber que el edificio huele como la escuela dublinesa en donde pasamos algunos agostos, ¿por qué será?


Tras realizar una prueba me ubicaron en un nivel a cuyo primer día no pude acudir, ya que me encontraba en España. Como tenía previsto el viaje les avisé sobre está circunstancia, no me pusieron ningún problema y me emplazaron a que me incorporara a mi regreso. Sin embargo, de vuelta en Londres me personé y me indicaron que había perdido el turno por no haber estado en la presentación, ya que no podían reservar plazas. My joy in a well!

Traducción para los no iniciados en spanglish.









Las situaciones en las que me aseguran algo que luego no cumplen me enervan bastante y me cuesta disimularlo. Después de tratar el asunto durante varios minutos la única solución que me ofrecieron fue que volviera dos días después por si algún alumno había renunciado y podía ocupar su lugar; en caso contrario, tendría que esperar un mes hasta la siguiente hornada.

Este cambio involuntario en mis planes se juntó con la supuesta depresión posviaje y un día oscuro y lluvioso y, entre todos, provocaron que me diera el mayor bajón anímico desde que me encuentro en suelo británico, aunque mis amigos de aquí, incluso los más estabilizados, ya me habían advertido que tendría vaivenes emocionales. Al final todo se arregló: volví, sonó la flauta y comencé las clases. El sol no ha vuelto a brillar mucho, pero parece ser que los veranos británicos son así.

Mis compañeros proceden de lugares tan diversos como Etiopía, Letonia, Italia, Hungría, Polonia o la isla de Guadalupe, con lo cual en el aula reina un buen ambiente multicultural. Al principio tuvimos un profesor sustituto, un treintañero de típico aspecto inglés, de los que se nota que son tímidos pero que nos daba mucha bola. Posteriormente, se incorporó la profesora titular, una española que ha vivido más tiempo aquí que allí. Su manera de enseñar se enfoca a que aprobemos el examen final y eso provoca que las lecciones resulten más tediosas y que mis compañeros estén menos contentos. No estoy derretido por ella, como les sucedía a Los Ramones de Algete que interpretan la canción del título, pero cada vez que quiere un voluntario sigo contestando "Yes, I do".

News of the World

Como nadie hubiera podido imaginar hace unas semanas, mañana cierra el periódico más vendido en Reino Unido, un tabloide sensacionalista inmortalizado en el temazo del título por la "Woking class band" a finales de los años 70.

La persona que ha tomado la decisión es un magnate de la comunicación y dueño de la cabecera, quien parece que inspiró uno de los personajes del libro El cuarto poder, que me hicieron leer durante la carrera y os recomiendo vivamente. En su día revolucionó (y salvó, según algunos que saben más que yo del asunto) la prensa británica. Sin embargo, en esta ocasión se ha cargado un diario centenario y ha mandado al paro a muchos trabajadores para salvar el cuello de una de sus colaboradoras más cercanas.

Este cerrojazo es consecuencia de la investigación sobre algunas actividades a las que se dedicaban sus empleados. Entre otras lindezas, pincharon teléfonos de todo tipo de actores y otros personajes populares, pasando por el de una adolescente cuando fue considerada como desaparecida y a la que luego encontraron asesinada. La investigación, que comenzó hace alrededor de cinco años, también ha demostrado que emplearon hasta 100.000 libras en diversos sobornos a policías para obtener información privilegiada sobre sus pesquisas.

El asunto salpica tanto a laboristas como a conservadores, que ahora están en el poder y cuyo antiguo jefe de prensa, ya detenido, estuvo vinculado al diario antes de acceder a ese puesto. Ya existe una investigación policial en curso y el Gobierno local tiene pensado abrir otras paralelas. Habrá que esperar para saber qué cabezas rodarán, pero el tema traerá cola.

España se mueve

A pesar de estar viviendo fuera me intereso bastante por los acontecimientos que están sucediendo en España durante las últimas semanas. El mismo día en el que mi edad se equiparó al número del mítico creador del Showtime baloncestístico en Madrid comenzó un movimiento reivindicativo del que todos habréis oído hablar y en el que algunos de mis amigos, sobre todo los más presentes en las redes sociales, estáis bastante involucrados.

Tuve la ocasión de visitar la ciudad antes de las últimas elecciones para asistir a un gran a la par que entrañable evento familiar y, como sentía curiosidad, me acerqué a Sol para ver cómo estaba montado todo aquéllo. Cuando llegué, a eso de las 22:30, me sorprendió gratamente encontrar a gente de muy diversa edad y condición, algunas familias con críos y todo. Al volver más tarde esa misma noche el panorama había variado ligeramente, como es lógico, pero no se produjo ningún sobresalto.


El 19 de junio me pasé a Trafalgar Square para asistir a una serie de conciertos gratuitos. Cuando terminaron y me iba a marchar escuché de lejos algo de jaleo y me imaginé que sería la delegación londinense de Spanish Revolution. Estuve un rato, escuché varios cánticos, me encontré a una amiga, me dieron algunos panfletos...


Con algunas revindicaciones estoy más de acuerdo que con otras, pero creo que personas de diferente tendencia política se pueden y deben poner de acuerdo en asuntos que interesan a todos, como una reforma de la Ley Electoral, la independencia real del poder judicial o el establecimiento de controles más firmes para regular tanto a los políticos como a las entidades financieras.

Teniendo en cuenta sus partes negativas, que las tiene, a todos con los que he tratado sobre el asunto les insisto en que me quedo con lo bueno del movimiento; esto es, que ha provocado que muchos se interesen por asuntos públicos que antes parecían no importarles. Ojalá entre todos desarrollemos iniciativas populares para que logremos vivir en una democracia más participativa y con una separación de poderes real. Algunos ya están en ello.

Desafiando a la gravedad

Tras un fin de semana más entretenido de lo habitual por estos lares recibí la visita de la novia de un amigo. Quedamos para comer, no nos coordinamos bien y nos vimos más tarde de lo esperado. Afortunadamente, nos dio tiempo a hacer todo lo que queríamos: ir de compras, merienda-cena en un vegetariano que le recomendaron y acudir al musical "Wicked". ¿No quería el señor realizar actividades novedosas?, pues toma taza y media.


Como somos personas precavidas y no queríamos que nos esquilmaran el bolsillo compramos las entradas por internet casi con un mes de antelación. En función de nuestro presupuesto y del aforo ya vendido sólo nos dio para sentarnos en la penúltima fila del segundo anfiteatro, pero aun así disfrutamos como enanos.

Ella es una gran aficionada al género y fue quien propuso el asunto, mientras que a mí siempre me había dado repelús y me desvirgué porque se centra en la la vida de la bruja del Oeste de "El mago de Oz", una historia que me fascina desde bien pequeño, no sé exactamente por qué. La obra es producto de una novela escrita a finales de los 90 y su argumento, bastante original a pesar de tirar de algún tópico manido, desarrolla los antecedentes.

Los decorados fascinantes, el sonido en directo de la orquesta impecable, los actores estupendos, las coreografías y los efectos espectaculares, diálogos graciosos y con guiños al original, ¿qué más se puede pedir? Eso sí, todo en inglés; hubo frases que no entendí, pero seguí la trama sin problema. En el intermedio ya estaba emocionado: le di un abrazo, le agradecí la sugerencia y me compré una camiseta conmemorativa, como tengo pocas...


Al acabar las alrededor de dos horas y media la ovación fue atronadora y poco habitual por lo excesivo, según la entendida curtida en mil teatros nacionales y extranjeros. Tras salir y advertirme que había puesto el listón muy alto para el siguiente porque era el mejor musical que ella había visto nunca nos hicimos unas fotos, tanto juntos como con alguno de los actores. Lo que le faltaba a mi economía, aumentar la oferta de productos que me motivan dentro del mundo del espectáculo.

En bicicleta

Entre mis proyectos a corto-medio plazo estaba comprarme una bici. Al no querer adquirir un último modelo lo primero que hice fue buscar en una de las páginas de artículos de segunda mano más populares de aquí. Sin llegar a los tres dígitos y con un radio de acción de tres millas a la redonda tomando como referencia mi casa las opciones se redujeron considerablemente. Seleccioné seis ofertas y, por motivos varios, no llamé a ninguno de los anunciantes.

El dia que fui al Decathlon vi una nuevecita que me gustó, pero la descarté porque no quería gastarme tanto dinero. Días antes ya me había acercado a una tienda de bicis nuevas y usadas próxima a mi hogar, aunque las que ofrecían en ese momento no me interesaron. Sin embargo, al cabo del tiempo regresé y encontré lo que buscaba: 65 libras, bastante gastada, una rueda distinta a la otra, puede que el cuadro demasiado pequeño para mí... pero cumple con su función, que es lo importante.

La seguridad del vehículo es lo primero, con lo cual antes me acerqué a una especie de todo a 100 a comprar un candado y un cable de acero recubierto de plástico amarillo, que resulta ser demasiado largo y le tengo que dar varias vueltas para no ir arrastrándolo por el suelo. Cutre, pero eficiente.


Como algunos ya sabéis, la estrené al día siguiente bajando hasta Camden Town, subiendo hasta Parliament Hill y echándome una microsiesta tumbado al sol en la hierba de un parque. Copiando la expresión a mi DJ favorito, ¡muuuy fino!

Para restarle preocupaciones a mis progenitores y a los que me habéis visto montar os aseguro que aquí la gente respeta mucho al ciclista, que antes de llegar a muchos semáforos existen espacios reservados para las bicis y que la utilizaré para dar una vuelta por los alrededores, no para acercarme al centro.

A pesar de que me he encontrado con otros ciclistas por ahora no somos 1.000, como dicen en una estrofa de la canción del título, pero ¿quién sabe qué pasará en el futuro?

Ligas de Campeones

A pesar de que me gusta mucho el deporte en general y el fútbol en particular, transcurrieron varias semanas hasta que me decidí a visitar un estadio y fue a consecuencia de la visita a la ciudad por parte de unos amigos. Durante mi estancia en marzo pasé por delante del gran recinto de críquet ubicado en Oval, pero no cuenta porque aún no me he enterado de las reglas del juego, tarea que tengo pendiente.

Por problemas con el suburbano llegué tarde a su encuentro y me quedé sin conocer el campo del oligarca ruso que fichó al ya no tan niño: iré en otra ocasión. Tras una hamburguesa regada por un zumo de manzana y unas pintas nos acercamos a la casa de su vecino y máximo rival, el club profesional más antiguo de Londres. Antes de llegar entramos en su tienda oficial y nos compramos algunos artículos, entre los que destaco esta bandera por motivos obvios.


El recinto deportivo se encuentra a la orilla del Támesis y cerca del puente cuyo nombre inspiró al rey del pollo frito en uno de sus no siempre merecidamente olvidados temas. Sin embargo, el protagonista del lugar es otro rey, nada menos que el del pop, a quien desde hace unos meses rinden tributo con una estatua bastante estrafalaria que, según parece, colocó el millonario dueño del club porque le salió del epidídimo y sin consultar a los aficionados: total, era su colega y el lugar le pertenece... Lo que se habrán mofado y reirán de los pobres seguidores los rivales de la Premier League...













De camino vimos varios anuncios que indicaban que la final feminina de la Liga de Campeones se jugaría allí al día siguiente. Tras partirnos de la risa por el asunto del cantante y sopesar acudir al partido nos dispusimos a retirarnos cuando apareció el autobús del equipo francés. Nos hicimos unas fotos y hablamos con una de las jugadoras, costarricense y muy simpática. También se acercó una suiza, su mejor amiga en la plantilla. El hecho de que el fútbol femenino no sea tan popular se dejó notar en que nos permitieron entrar a pie de campo con ellas durante un buen rato. Eso sí, cuando quisimos marcharnos los responsables de seguridad nos preguntaron si éramos parte de la expedición, ¡a buenas horas! Antes de abandonar el lugar les prometimos que al día siguiente regresaríamos para asistir al encuentro.

Esa noche hice los deberes para conocer un poco la historia y a las integrantes de ambos contendientes y, como somos gente de palabra, acudimos a la cita. Gracias a los precios populares (cinco libras los adultos, tres los niños) las gradas presentaban algo menos de media entrada, con muchas familias presentes. Antes de acceder una televisión nos grabó porque éramos los únicos que armábamos jaleo y cantábamos consignas a favor de nuestras jugadoras, más franchutes que ninguno, adaptando letras de varios cánticos de nuestros clubes.


El partido resultó más entretenido de lo esperado. Nuestra escuadra se adelantó a mediados de la primera parte y dominó casi todo el encuentro. El éxtasis vino cuando la helvética -que salió del banquillo en la segunda parte y, hasta entonces, había pasado muy desapercibida- marcó el 2-0 definitivo, un golazo tras un difícil control perfectamente orientado. Se acabó: insultos obligados al gerifalte de la Uefa, música de Queen y los pelos como escarpias, recordando los tiempos no tan pasados que recoge la bandera y no tiene pinta de que vaya a volver a vivir a corto plazo, según está el percal. Con este resultado se tomaron cumplida revancha de la final del año anterior, que perdieron ante el mismo rival por penaltis. Antes de retirarnos tuvimos tiempo de felicitar en persona a nuestras heroínas, aunque mi colega se quedó sin la remera que le prometió la centroamericana, que la reservó para su progenitor.

Nosotros estábamos felices, pero el duelo que el resto del mundo esperaba era el del sábado. Ese mediodía El Koala Negro se tenía que haber subido a mi chepa y morderme hasta hacerme sangrar, pero no pudo ser porque su celular nos jugó una mala pasada. Para no perder el tiempo pillé el bus 18 en Euston y me acerqué al nuevo templo del balompié. La mezcla de su aspecto y la falta de ambiente porque fui demasiado pronto provocó que la larga peregrinación me dejara bastante frío. Me dio rabia porque me quedé sin ver el tinglado que montaron en Hyde Park con motivo del asunto. A pesar de ello, tomé unas fotillos, como no podía ser menos.


Regresé a Camden para ver el encuentro en un pub del barrio. Hicimos bien en llegar con dos horas de antelación, porque posteriormente no hubiésemos podido entrar. Mucho hincha nativo vociferante, también bastante blaugrana de origen diverso, pintas por doquier. Respecto al encuentro, disfruté de lo lindo de una de las mayores exhibiciones futbolísticas que he tenido la suerte de vivir, imagino que como cualquier aficionado que lo vio desde un prisma objetivo.

Para completar el empacho futbolístico el domingo me acerqué a las casas de los dos clubes más populares del norte de la ciudad, vecinos y enemigos acérrimos. El estadio del equipo inglés de mi anfitrión de Holland Park es realmente feo, mientras que el de los cañoneros, de reciente construcción, me pareció espectacular. Lo cierto es que a los segundos les tengo mucha más simpatía, ¿será porque visten de rojiblanco?

Y llovió

Lluvia desde el autobús.

Decían que en Londres llovía mucho, pero desde que llegué sólo habían caído cuatro gotas y, las dos veces que las precipitaciones fueron algo más consistentes, tuve la suerte de encontrarme a cubierto. En las islas se encuentran muy preocupados por el asunto, ya que están viviendo la primavera más cálida desde que empezaron a registrar las temperaturas medias en 1910, según los datos de la Oficina de Meterología que recogió un periódico gratuito y los acompañó con una imagen de un terreno agrietado por la sequía.

Todo esto es cierto y ya empezaba a pensar que el clima seguiría así... hasta que me cayeron dos chaparrones el mismo día en el lapso de dos horas. El primero me pilló de camino a hacer unos recados y el segundo de vuelta a casa, en donde pude pegarme una ducha reconfortante para entrar en calor, ya que terminé caladito perdido. No me salvó ni la chaqueta impermeable que me compré en el Decathlon de Surrey Quays, igualita que la que adquirió hace dos agostos el emigrante inagotable en una de las delegaciones madrileñas del mismo establecimiento cuando íbamos camino del Sonorama, gran festival al que este año no podré acudir :-(

Desde entonces, lloviznas leves, aunque parece que el tema cambiará en breve.

Camden

Llevaba tiempo queriendo volver a visitar el mercado de Camden y, como el sábado por la tarde no tenía nada que hacer y me pilla cerca, me acerqué por allí. A algunos españoles que llevan más tiempo en Londres el lugar no les motiva demasiado porque está plagado de gente, sobre todo de compatriotas. Sin embargo, me congratuló darme cuenta que me impresionó tanto como la primera y única vez que lo conocí, allá por abril de 2004.

Me di una vuelta sin un destino predeterminado y me volví a admirar de la cantidad y variedad de productos que hay por el lugar. Como acostumbro, los comercios que más me llamaron la atención fueron los de camisetas (cualquiera que haya visto mi armario sabrá el motivo), libros, carteles y artículos deportivos varios. Prendas de algunos de mis grupos favoritos, sobre todo los mancunianos, otras en plan gracia que comprábamos en los agostos dublineses o traía mi madre cuando le daba el punto, elásticas oficiales antiguas de equipos de fútbol...

Sin saber cómo, aunque deseándolo, aparecí delante de una cibertienda de ropa que, en su día, me dejó boquiabierto y, en esta ocasión, me volvió a impactar. Aunque no es mi estilo, como suele decir una de las profesoras más majas que he conocido jamás, el lugar es alucinante, desde la estética hasta la música a todo trapo; incluso tiene una sección para adultos repleta de juguetes sexuales más o menos atrevidos. Hay que ir.

Normalmente soy de mucho mirar y poco comprar y esta vez no fue una excepción. La adquisición se redujo a un libro usado que cuenta los orígenes de los integrantes del grupo liderado por el artista/comprometido irlandés y dos carteles laminados, uno de un afroamericano que volaba como una mariposa y picaba como una abeja y otro que me enseñó uno de los bercianos que hay en mi vida, que incluye un lema que las autoridades británicas pretendieron utilizar al poco de comenzar la II Guerra Mundial para animar a sus ciudadanos pero que al final deshecharon; espero que ambos me ayuden a superar mis momentos de flaqueza, que los habrá.


Al regresar vi una tienda de deportivas, otra de mis pasiones. Algunos pares estaban en oferta, aunque eran números sueltos y casi todos grandes... peeero en esto que veo una NB Encap de color gris por 30 libras, me la pruebo ¡y me vale! No me la llevé porque tengo demasiados pares y eran de tela, poco prácticas para el supuestamente lluvioso Reino Unido, a pesar de que a este paso voy a pensar que todos los rumores eran infundados. No pasa nada, ya me daré otro capricho... y tengo en mente más de uno.

La boda

A petición de varias personas, voy a escribir algo sobre la famosa boda de Guillermo y Catalina, más conocidos por Reino Unido como Wills y Kate. Durante los días previos recibí un aluvión de información sobre los preparativos, entre los que destaco que la novia reservó un hotel entero para sus invitados o que el hermano del novio tenía preparado un discurso incendiario para dar la nota, como acostumbra, aunque parece que finalmente se moderó.

En principio mis anfitriones y yo pensamos en acercarnos a la zona del recorrido de la comitiva nupcial para empaparnos del ambiente, pero se nos hizo tarde y terminamos viendo toda la ceremonia desde casa. La intención fue acercarnos después a lugares en los que instalaron pantallas gigantes y en los que habría juerga asegurada, pero tampoco lo hicimos. Eso sí, cuando nos dimos una vuelta por la noche vimos a mucha gente disfrazada que seguía de farra, imaginad cómo iban.

Por descontado, la emisión oficial corrió a cargo de la BBC 1, "la nacional", como siempre dice el otrora Flaco de Cabestreros. Poco a poco nos enteramos de los detalles: que el vestido de la novia (muy mal maquillada, según consensuamos en el hogar brixtoniano) era obra de Alexander McQueen, que su hermana está que cruje, que las primas del novio iban horrorosas, que el susodicho es un sieso hasta para besar a su cónyuge, que en el balcón la reina cortó por lo sano prontito...

Otros destellos que leí a posteriori fueron el discurso del suegro que nunca reinará, en el que se refirió a la novia como la hija que siempre quisieron tener y no tuvieron, o las críticas al narrador de la ceremonia, que se centró más en los famosos locales que en los miembros de las familias reales a los que enfocaban menos de lo habitual, parece ser. La prensa de todas las tendencias se volcó con el acontecimiento.












Pero lo que más me impactó fue la parafernalia en los bares, tanto a favor como en contra. Por ejemplo, en un pub de Clapham tenían colgada una gran Union Jack con la foto de la pareja y miles de banderitas pequeñas iguales, en plan fiestas de pueblo.


Al mismo tiempo, en otros lugares celebraron antifiestas y, aunque no me acerqué para conocer el ambiente, hice una foto.


Mi casa

Desde que decidí marcharme a Londres busqué habitaciones en pisos compartidos, primero en un foro de españoles y después en una página local. En función de mi presupuesto limitado y de mis preferencias en cuanto a ubicación y tipo de compañía -que se fueron definiendo a medida que me empollé el plano de metro y el mapa de la ciudad y me dieron algunos consejos-, los criterios redujeron bastante las posibilidades. A pesar de ello, mandé más de 120 correos electrónicos, de los cuales no me contestaron a casi ninguno. Algunos lo hicieron con negativas a través de una respuesta automática de rechazo, mientras que otros alegaron que necesitaban alquilar el lugar tan pronto como les resultara posible... y yo llegaba muy tarde para sus necesidades.

De primeras tenía dos pisos que me podían convencer, uno a compartir con un chaval de 29 años y otro con una chica de 45. Sin embargo, como anuncié en la entrada anterior, finalmente me decidí por el de Tufnell Park porque no iba a encontrar nada mejor en esas condiciones. Bueno, antes de confirmar que me quedaba me acerqué a la zona en donde vive el chico, no fuera que metiera la pata, pero comprobé que los enlaces de transporte público eran mucho peores y había pocos comercios en los alrededores.

Ayer pasé mi primera noche en el nuevo lugar, ¡nada más británico que vivir en Churchill Road! Al llegar limpié la mugre, tarea que incluyó enrollar las alfombras que tenía y pasar por la sempiterna moqueta que posee toda casa en estas islas un aspirador Dyson, que hubiera hecho las delicias de más de una persona que conozco.

Si quería cenar y limpiar más a fondo tenía que adquirir lo necesario. Así, me acerqué a comprar al Tesco Express de Kentish Town y comprobé con agrado que en los alrededores hay de todo, hasta una biblioteca y un centro de orientación laboral. Esto promete.

London

Al hacer la maleta me sucedió lo habitual en todos mis viajes, que termino a las mil y me acuesto a las mil y quinientas, como suele decir mi madre. En definitiva, que entre esa circunstancia y el madrugón para pillar el vuelo dormí menos de dos horas.

Me despedí de mi padre con menos dramatismo del esperado, mientras que mi madre me llevó al aeropuerto y, por fin, dejó de mirarme y me preguntó cuáles eran mis planes. Le conté lo que a todos los demás: primero, establecerme; después, abrir una cuenta en el banco; el resto, ya lo veré sobre la marcha, tanto lo laboral como lo académico.

El vuelo fue bien, incluso llegamos con 20 minutos de adelanto y mucho antes de lo que le había contado a mi anfitrión. Durante el trayecto dormí casi todo el rato, ¡estaba derrotado!, así que no experimenté la sensación de ponerme a meditar sobre mi futuro inmediato mientras me sudaban las manos por culpa de los nervios, como auguró mi amiga la del chocolate con churros.

En Gatwick recogí la maleta, un pis y a pillar el tren. Me enfrenté con la máquina expendedora automática y salí triunfante, a pesar de que era un billete a Clapham Junction e indicaba "not London", apartado que no entendimos ni mi anfitrión ni yo cuando se lo comenté posteriormente, porque el lugar pertenece a la ciudad. En fin, imagino que se referiría a que no atraviesa Londres.

Donde fueres, haz lo que vieres. Lo primero fue meternos un desayuno inglés en un bar al lado del metro de Brixton. Después unas compras y a descansar en su casa, tras lo cual contesté algunos mails, entré en la web de búsqueda de piso y respondí a varios anuncios de pisos. Uno de ellos me emplazaba a conocer la habitación esa misma tarde: llamé, acordamos la cita, busqué dónde se encontraba exactamente y allá que me fui.

El lugar está al norte, muy cerca del metro Tufnell Park, dos paradas al norte de Camden Town, en la línea negra. La chica que la ocupaba es una india de treinta y tantos que se va a vivir con su novio. La casa se comparte con una eslovaca que está todo el día encerrada y a la que no conocí y con un casero bastante talludito, más cerca de los 80 que de los 70. El sitio es muuuy barato, está bien ubicado, es amplio y luminioso. Además, tendría máxima independencia, con lo cual le dije que hay un 95 % de posibilidades de que me lo quede. Empezaría el lunes 2 de mayo, al tiempo que el mes y para que tenga margen de vaciar la estancia.

Después me di una vuelta para conocer el barrio y me confirmó mis buenos presagios, incluso vi una cancha de baloncesto y fantaseé con que una de las primeras cosas que haré será comprarme un balón y lanzarme unos tiros, como acostumbra a hacer otra emigrante a la cual tengo muy presente y le he copiado la idea.

Para celebrarlo me metí en un pub cercano a ver el Madrid-Barça y, al poco, llegó un parroquiano se sentó a mi lado en la barra y nos pusimos a hablar. Comentamos las jugadas del partido y otras anécdotas, sobre todo futbolísticas, aunque todavía me cuesta adaptar parte de la jerga de este deporte al inglés. Resultó que era hincha del Arsenal y su equipo español era ¡el Celta de Vigo!, porque hace años se enfrentaron en Champions y le gustó; lo cierto es que tenía un aire a Makelele... Además, en los 90 tuvo una novia española y visitó Barcelona, igual que casi todos los extranjeros que he conocido y alguna vez han venido a España, ¿o no?

Al acabar nos despedimos con un "take care" y nos dimos la mano, ni intercambio de nombres ni nada, y emprendí el regreso a Brixton. Como pasé por Elephant and Castle pensé en ir a ver otro piso, en el cual me habían emplazado a partir de las 22:00, pero era algo más tarde, pillaba a un rato de allí y estaba cansado, así que me fui directamente a Brixton, en donde mi anfitrión, su compañera de piso y yo nos pusimos al día sobre nuestras respectivas andanzas. Cenamos algo, escribí esto y a mimir, que estaba derrotado, pero contento de mi primer día.

Como repite al final de cada párrafo la canción de mis adorados The Smiths que da título a esta entrada, do you think you've (I've) made the right decision this time? ¡Sí, estoy convencido!

Azken guda dantza

El último día en Madrid también fue de aúpa. Como había vaciado mi habitación tuve que dormir en la que fue la estancia de la sueca y en una cama que estaba en el piso y era bastante chunga. Entre eso y los nervios amanecí a las 6:30 am, tras dormir poco más de cuatro horas. Tras un paseo, dos pises y escuchar algo de música decidí levantarme para recibir a una GRAN amiga del cole a la que echaré mucho de menos, que tuvo la gentileza de traerme ¡chocolate con churros!

Una vez desayunados fuimos a devolverle las llaves del piso y, en mi caso, a despedirme de otra gran amiga, cuyo gato cuidé durante Semana Santa y en ocasiones anteriores. Después nos acercamos al Clínico a por el Polo, regresamos a Donoso II para recoger unas cosas y me fui a ver a mi hermano y mi cuñada para despedirme y llevarles unos miguelitos que se habían olvidado en el coche cuando fuimos a recoger a su suegra.

Tras una amenísima charla me dirigí a la oficina del BBVA de mi banquero predilecto, que me debía entregar las libras que se supone me había cambiado. Sin embargo, mi gozo en un pozo, así que se las pasará a otro de nuestros amigos para que me las dé al cabo de los días cuando coincidamos en el SOS. Posteriormente, me pasé por Mirasierra para devolverle el saco de dormir al terror de Iecisa, vi a algunos de mis grandes amigos de Tecni y comí con mi exjefa y mi excompañera, todo esto en unas cuatro horas: menos mal que pillaba cerca.

Al acabar en Tres Olivos emprendí camino a Rodas para decidir qué me iba a llevar y colocar todas las pertenencias que había dejado empantanando mi cuarto. Mi hermano mediano aprovechó para venir con mi cuñada, mi sobrina y su suegra y despedirse de mí. Como tenía que pasar por el piso para ver el Schalke 04-Manchester Utd. y finiquitar Donoso II dejé a su suegra en su casa y me reuní con la chavalada en mi ya antiguo hogar. El asunto se prolongó con anécdotas, planes, fotos, besos, abrazos y parabienes muy emotivos. ¡Os echaré de menos!

De vuelta en Manhattan cené con mis padres, imprimí las tarjetas de embarque de Londres y Murcia y me puse en serio con el equipaje, controlando los pesos de los bultos con la balanza que se compró nuestra antigua compi de piso para no tener que pagar suplementos a los de EasyJet.

Una stanza vuota


Así estaba...


...y así quedó mi habitación de Donoso II tras realizar la mudanza; bueno, con el objeto de evitar que el nuevo inquilino no saliese corriendo la limpié un poco, porque tenía más mierda que un jamón, como no podía ser menos.

Para llevar todo a casa de mis padres alquilé por internet una furgoneta en Hertz por 72 €, que resultaron ser 92 € cuando le sumé un seguro de daños [incluía todo menos el techo (?)]. En el proceso conté con la ayuda inestimable de mi hermano mayor y un amigo del colegio: ¡muchas gracias a ambos! Entre los tres apañamos el asunto con relativa facilidad, aunque ubicar todo fue otro cantar: los que conozcáis el lugar entenderéis los motivos.

Después comida, ducha, Donoso II, devolver el vehículo a las 18:00 en Delicias, acompañar a mi hermano para recoger a su suegra en Méndez Álvaro, dejarla en Parque de las Avenidas, llevar a mi hermano a su casa, tratar de dejar el coche por Santa Cruz de Marcenado mientras escuchaba temazo tras temazo en la emisora Gestiona Radio (en el proceso vi a una amiga de mi DJ favorito, que también vive en Londres, aunque ella no se dio cuenta), aparcar por San Bernardo a tiempo para quedar a las 20:00 en la Plaza de las Comendadoras con mi anfitrión londinense y algunos de nuestros amigos en común, cañear sin alcohol y cenar con ellos, dejar el Polo en el Clínico... y acostarme más tarde de lo debido, como acostumbro y quiero cambiar. No está mal para el penúltimo día, en el que antes de comenzar la mudanza también me acerqué a Vallecas para recoger el portátil de mi madre, que estaba arreglando un amigo.