Hace pocos meses, Quien Todo lo Opina me dijo que la persona que empieza a hacer teatro pasados los 30 es porque le falla algo en la cabeza. Puede que tenga razón, pero para mí era tarde porque ya había experimentado mi bautismo teatral... con 32 y en inglés.
La función consistió en leer un guión a la manera de las antiguas novelas radiofónicas delante de una veintena de personas, muchas de ellas amigas, que se congregaron en uno de los locales de la ONG con la que colaboré durante mi estancia londinense.
Mis compañeros y yo representamos el episodio de una serie escrita por el gerente de la tienda, un actor que adora el mundo del espectáculo y logró que todo fuera sobre ruedas tanto en los ensayos como durante las dos funciones, viernes y sábado.
El estilo de la obra era una especie de vodevil británico, una comedia de enredo con muchos juegos de palabras, alguno de trazo grueso. La historia estaba basada en ciertos personajes reales exagerados hasta el absurdo.
Mi actuación no resultó tan complicada porque hacía de marica italiano y tenía que exagerar mi mala pronunciación. De hecho, el guión basaba varios de los golpes de humor en ello, como cuando figuraba que me marchaba a casa y decía "I'm going hom-o".
Las únicas quejas vinieron por parte de italianos, quienes me preguntaron por qué acabé todas las frases con -o. Les respondí que los británicos pensaban que así se caricaturizaba su modo de hablar. Eso no les hizo tanta gracia.
MIA
No me refiero a la artista británica de origen tamil que puso música a la BSO de la película sobre el indio que ganó millones en un concurso televisivo, sino al acrónimo anglosajón que en español traducimos como "desaparecido en combate".
Varios pensaréis que podría ser uno de mis múltiples apelativos porque llevo muchas semanas sin dar señales de vida. Los menos sabéis algunos de los motivos, que os podré contar en vivo porque he dejado de ser un hijo de la Gran Bretaña.
Aprovecho para agradeceros las más de 5.000 visitas para leerme y quisiera que esta noticia aumentara la cifra. A partir de ahora, escribiré sobre experiencias que tuvieron lugar cuando residía en la isla, sucedieran allí o no.
Varios pensaréis que podría ser uno de mis múltiples apelativos porque llevo muchas semanas sin dar señales de vida. Los menos sabéis algunos de los motivos, que os podré contar en vivo porque he dejado de ser un hijo de la Gran Bretaña.
Aprovecho para agradeceros las más de 5.000 visitas para leerme y quisiera que esta noticia aumentara la cifra. A partir de ahora, escribiré sobre experiencias que tuvieron lugar cuando residía en la isla, sucedieran allí o no.
No soy de aquí
Redescubrí esta canción hace algunos veranos regresando de la playa en el coche de mis padres. Con ellos tuve el placer de asistir a una actuación de este gran artista hispanoargentino. El pobre está muy achacoso y a mis progenitores les dio mucha pena.
Llevo varios meses pensando en ella porque su estribillo refleja un poco cómo me siento. No soy británico ni de la capi, ya tengo una edad y mi porvenir es incierto, pero ser feliz también es mi color de identidad. En ello estamos.
Llevo varios meses pensando en ella porque su estribillo refleja un poco cómo me siento. No soy británico ni de la capi, ya tengo una edad y mi porvenir es incierto, pero ser feliz también es mi color de identidad. En ello estamos.
Brinco, salto y corro
Hoy hace cinco años que me operaron de una rotura total del ligamento cruzado anterior de mi rodilla izquierda. A los tiernos 17 ya me arreglaron el menisco externo de la rodilla derecha. En ambos casos por dar patadas a un balón vestido de corto. En ninguno marcando el gol decisivo en una final.
Durante mi convalecencia me replanteé muchas cosas. Desde entonces, he tratado de no parar, porque sé lo que es estar encerrado en casa sin poder hacer todo lo que deseas. He ganado campeonatos de fútbol-sala, he esquiado, he acudido a decenas de conciertos, he visitado muchos lugares... y lo que me queda.
Durante mi convalecencia me replanteé muchas cosas. Desde entonces, he tratado de no parar, porque sé lo que es estar encerrado en casa sin poder hacer todo lo que deseas. He ganado campeonatos de fútbol-sala, he esquiado, he acudido a decenas de conciertos, he visitado muchos lugares... y lo que me queda.
Con cicatrices así no necesito tatuajes. |
La mosca
Esta puñetera mosca está en mi cuarto desde ayer. Ni se marcha ni consigo cazarla. Me ha despertado varias veces durante la noche y me sigue fastidiando la mañana. Pensaba que en esta isla no sufriría la misma suerte que mis sobrinos en el campo...
Hace un año
Hoy hago un año aquí. Antes de venir me aconsejaron que mirara la llama de una vela, pero no da mucha luz... igual es que no lo entendí bien. A pesar de ello, pediré un deseo. ¿Y que cumpla muchos más? Eso, seguro. ¿Dónde? ¡Ahhh...!
Fuera de lugar
Tras más de dos semanas en la capi estoy como el cantante que compuso la canción del título, con cuyo primer concierto acústico grabado me abrasaba la oreja uno de mis hermanos.
¡Resulta tan frustrante sentirse así, tanto en mi ciudad de adopción como en lo que siempre ha sido "mi casa"! Extraño en mi propio hogar, sin saber muy bien qué hacer al respecto.
Y eso que mis circunstancias han cambiado para mejor, con un trabajo que nunca había hecho hasta el momento pero que me motiva, ya que me permite tratar con gente nueva.
He tratado este tema varias veces con distintos amigos. El asunto está en cómo asumes las circunstancias, que muchas veces son las mismas pero te afectan de manera diferente.
En breve cumpliré la misma edad del crucificado más famoso y, cuando la gente me pregunta qué haré en verano, les respondo que ni siquiera sé dónde me encontraré el mes que viene.
¡Resulta tan frustrante sentirse así, tanto en mi ciudad de adopción como en lo que siempre ha sido "mi casa"! Extraño en mi propio hogar, sin saber muy bien qué hacer al respecto.
Y eso que mis circunstancias han cambiado para mejor, con un trabajo que nunca había hecho hasta el momento pero que me motiva, ya que me permite tratar con gente nueva.
He tratado este tema varias veces con distintos amigos. El asunto está en cómo asumes las circunstancias, que muchas veces son las mismas pero te afectan de manera diferente.
En breve cumpliré la misma edad del crucificado más famoso y, cuando la gente me pregunta qué haré en verano, les respondo que ni siquiera sé dónde me encontraré el mes que viene.
Mi primer concierto de rock
Una compañera del curso de inglés me propuso asistir con su novio y colegas a ver al grupo del que luego me enteré es el actual marido de la modelo británica que, en su día, estuvo saliendo con otro músico más bandarra del que soy coetáneo.
Sin embargo, con la entrada ya comprada me comunicó que recibía una visita familiar y no podía venir, así que acudí por mi cuenta. No era el estreno que deseaba, pero ya estaba pagado y no pude revender en la puerta.
El evento tuvo lugar en una de las academias con nombre de elemento químico que tenía muchas ganas de conocer. El recinto me encantó y me sorprendió su público tan diverso, desde sexagenarios hasta una punka tatuada con la odiosa gata del lazo.
Los primeros teloneros tocaban música oscura que no me enganchó, mientras que el segundo era un soporífero cantautor armado con su guitarra acústica y "pinta de Jesús que vuelve", como me espetaba mi madre cuando (yo) gastaba greñas y barba.
Finalmente salió el grupo principal, del cual sólo había escuchado su último disco para no llegar de nuevas. Empezaron mal, sin siquiera asomar la gaita, cuando pusieron un telón de fondo con estampado de leopardo, que antes era choni y ahora está de moda.
Luego mejoraron, con cuatro tíos tocando los bombos ―dos a cada lado del escenario―, aunque fastidiaron una de las canciones que más me gusta. Guitarras setenteras, melodías simples, mutis a los 50 minutos y bis hasta los 90. Más que entretenido.
Lo mejor fue que conocí a una pareja encantadora y, al terminar, nos fuimos a tomar unos algos. Él hablaba algo de español, ella sé enganchó un pedo digno de británica. Quedaron en ponerse en contacto conmigo otro día, aún les estoy esperando.
Sin embargo, con la entrada ya comprada me comunicó que recibía una visita familiar y no podía venir, así que acudí por mi cuenta. No era el estreno que deseaba, pero ya estaba pagado y no pude revender en la puerta.
El evento tuvo lugar en una de las academias con nombre de elemento químico que tenía muchas ganas de conocer. El recinto me encantó y me sorprendió su público tan diverso, desde sexagenarios hasta una punka tatuada con la odiosa gata del lazo.
Los primeros teloneros tocaban música oscura que no me enganchó, mientras que el segundo era un soporífero cantautor armado con su guitarra acústica y "pinta de Jesús que vuelve", como me espetaba mi madre cuando (yo) gastaba greñas y barba.
Finalmente salió el grupo principal, del cual sólo había escuchado su último disco para no llegar de nuevas. Empezaron mal, sin siquiera asomar la gaita, cuando pusieron un telón de fondo con estampado de leopardo, que antes era choni y ahora está de moda.
Luego mejoraron, con cuatro tíos tocando los bombos ―dos a cada lado del escenario―, aunque fastidiaron una de las canciones que más me gusta. Guitarras setenteras, melodías simples, mutis a los 50 minutos y bis hasta los 90. Más que entretenido.
Pincha el enlace para ver el previo entre bambalinas. |
Lo mejor fue que conocí a una pareja encantadora y, al terminar, nos fuimos a tomar unos algos. Él hablaba algo de español, ella sé enganchó un pedo digno de británica. Quedaron en ponerse en contacto conmigo otro día, aún les estoy esperando.
Videojuegos
Como a muchas personas de mi generación, desde pequeño me fascinan los videojuegos. Es probable que buena culpa de ello la tengan mis abuelos maternos que, siendo yo bien pequeño, trajeron de las Islas Afortunadas una de las primeras consolas, que hizo las delicias de mi familia y algún que otro vecino.
También gracias a ellos, mi infancia estuvo trufada de las maquinitas de la compañía japonesa que funcionaban con pila de botón. ¡La de veces que habré ayudado al gorila a sortear cocodrilos o al ratón más famoso del mundo a recoger huevos!
El necesario Load "" enter que te sumergía en mundos nuevos me pilló demasiado joven, con lo cual me limitaba a mirar cómo jugaba uno de mis hermanos y fantaseaba sobre cómo escapar de un campo de concentración o convertirme en un elfo, una valkiria, un mago o un guerrero para encontrar la salida.
A primeros de los 90 convencí a mis padres para que me compraran la primera consola portátil con cartuchos intercambiables, que exprimí a conciencia y supuso mi primer contacto con uno de mis héroes favoritos. Aún en mi tardía juventud atenuaba mis melopeas uniendo las píldoras que recetaba su personaje más famoso, reconvertido a doctor.
Posteriormente, en la capital irlandesa me quedé prendado de los salones recreativos y conocí lo que luego me enteré que era la primera parte del mejor juego de lucha de todos los tiempos: que levante la mano quien haya exclamado alguna vez "Hadoooken!" sin venir a cuento. También gané Copas de Europa con mi Atleti, soñando que algún día les vería obtener un título continental...
Unos años después entré por la puerta grande de los ordenadores personales ganando uno de ellos en un concurso de televisión: existe un vídeo al respecto, pero nunca lo he visto. A partir de entonces busqué muchas minas, descubrí nuevas cilivizaciones y hasta gestioné equipos de fútbol gracias al saber hacer de un conocido periodista deportivo y sus hermanos.
A medida que me hice mayor las máquinas recreativas también evolucionaron, pero a peor, ya que aumentaron su dificultad y olvidaron la idea inicial de simple to learn, difficult to master, con lo cual para mí perdieron gran parte de su atractivo. De todos modos, cada vez que veo uno de estos lugares entro a cotillear, por si me encuentro con alguna reliquia que me motive.
He escrito esta larga introducción para intentar que, quien me lea, entienda la emoción que sentí hace unos meses al asistir con dos recientes amigos a un concierto de la London Philharmonic Orchestra, que interpretó la banda sonora de alguno de los grandes éxitos de la banda sonora de mi vida lúdica.
¡Música y videojuegos combinados! ¡Y en el Royal Festival Hall! A todos los asistentes se nos pusieron los pelos como escarpias, en especial con los temas de mi compositor nipón favorito, admiración que comparte un reconocidísimo bajista zurdo con el que no sólo quisiera tener esto en común. En definitiva, otra experiencia inolvidable que me llevaré de esta isla.
También gracias a ellos, mi infancia estuvo trufada de las maquinitas de la compañía japonesa que funcionaban con pila de botón. ¡La de veces que habré ayudado al gorila a sortear cocodrilos o al ratón más famoso del mundo a recoger huevos!
El necesario Load "" enter que te sumergía en mundos nuevos me pilló demasiado joven, con lo cual me limitaba a mirar cómo jugaba uno de mis hermanos y fantaseaba sobre cómo escapar de un campo de concentración o convertirme en un elfo, una valkiria, un mago o un guerrero para encontrar la salida.
A primeros de los 90 convencí a mis padres para que me compraran la primera consola portátil con cartuchos intercambiables, que exprimí a conciencia y supuso mi primer contacto con uno de mis héroes favoritos. Aún en mi tardía juventud atenuaba mis melopeas uniendo las píldoras que recetaba su personaje más famoso, reconvertido a doctor.
Posteriormente, en la capital irlandesa me quedé prendado de los salones recreativos y conocí lo que luego me enteré que era la primera parte del mejor juego de lucha de todos los tiempos: que levante la mano quien haya exclamado alguna vez "Hadoooken!" sin venir a cuento. También gané Copas de Europa con mi Atleti, soñando que algún día les vería obtener un título continental...
Ejemplo de salón recreativo actual, que visité recientemente. |
Unos años después entré por la puerta grande de los ordenadores personales ganando uno de ellos en un concurso de televisión: existe un vídeo al respecto, pero nunca lo he visto. A partir de entonces busqué muchas minas, descubrí nuevas cilivizaciones y hasta gestioné equipos de fútbol gracias al saber hacer de un conocido periodista deportivo y sus hermanos.
A medida que me hice mayor las máquinas recreativas también evolucionaron, pero a peor, ya que aumentaron su dificultad y olvidaron la idea inicial de simple to learn, difficult to master, con lo cual para mí perdieron gran parte de su atractivo. De todos modos, cada vez que veo uno de estos lugares entro a cotillear, por si me encuentro con alguna reliquia que me motive.
Hace poco vi este juego de aviones y me eché una partidita. |
He escrito esta larga introducción para intentar que, quien me lea, entienda la emoción que sentí hace unos meses al asistir con dos recientes amigos a un concierto de la London Philharmonic Orchestra, que interpretó la banda sonora de alguno de los grandes éxitos de la banda sonora de mi vida lúdica.
Programa del evento. |
¡Música y videojuegos combinados! ¡Y en el Royal Festival Hall! A todos los asistentes se nos pusieron los pelos como escarpias, en especial con los temas de mi compositor nipón favorito, admiración que comparte un reconocidísimo bajista zurdo con el que no sólo quisiera tener esto en común. En definitiva, otra experiencia inolvidable que me llevaré de esta isla.
Pincha aquí para escuchar un tema que te levantará del asiento. |
Señores, yo soy del Atleti
Gracias a uno de los usuarios más activos de redes sociales, antiguo nadador y atlético de pro, hoy he vuelto a ver el vídeo con el resumen de la remontada al Barcelona del Dream Team de la temporada 93-94. Ese partido lo viví en el fondo sur del Calderón, en cuya portería se marcaron todos los goles del 4-3 definitivo, y es uno de los que más disfruté jamás por motivos obvios.
Tras marcharnos al descanso perdiendo 0-3 por culpa de un hat trick de un brasileño bajito terror de defensas, en la segunda parte salimos a morder y nos llevamos el encuentro, culminando la remontada con un gol del ahora director deportivo y a pesar de tener un jugador menos. He gritado como entonces, se me han puesto los pelos como escarpias y así se lo he hecho saber.
Aunque a algunas personas les pueda parecer frívolo, uno de los placeres que más echo de menos es acudir al estadio para animar a mi equipo. De hecho, me dio mucha pena que uno de mis hermanos tuviera que recoger en mi nombre el reconocimiento por ser socio abonado durante 25 años seguidos. Sin embargo, en su día sí pude disfrutar con orgullo cuando mi padre recibió la insignia de oro por sus más de 50 años ¡y subiendo!
Son muchas grandes vivencias, siempre rodeado de integrantes de mi familia y, a veces, de buenos amigos. Aún recuerdo las deliciosas paellas regadas con gaseosa (aún no estaba en edad de ingerir alcohol) en casa de mi difunta abuela paterna y la larga caminata de peregrinación hasta el templo, las pipas, los cánticos, los goles, las tortillas de patata que preparaba y con las que celebrábamos las victorias o enjugábamos nuestras lágrimas...
Ahora trato de seguir todos los partidos que puedo por streaming, pero no es lo mismo porque no percibo el ambiente que los rodea. Hace pocas semanas encontré una peña atlética en la ciudad, lo malo es que se reúnen en un local que me pilla un poco a trasmano. Respecto al equipo, una temporada más su juego deja bastante que desear, aunque parece que con el nuevo entrenador argentino le ponen más ganas. De todos modos, el problema es de fondo y se encuentra en los despachos.
Tras marcharnos al descanso perdiendo 0-3 por culpa de un hat trick de un brasileño bajito terror de defensas, en la segunda parte salimos a morder y nos llevamos el encuentro, culminando la remontada con un gol del ahora director deportivo y a pesar de tener un jugador menos. He gritado como entonces, se me han puesto los pelos como escarpias y así se lo he hecho saber.
Aunque a algunas personas les pueda parecer frívolo, uno de los placeres que más echo de menos es acudir al estadio para animar a mi equipo. De hecho, me dio mucha pena que uno de mis hermanos tuviera que recoger en mi nombre el reconocimiento por ser socio abonado durante 25 años seguidos. Sin embargo, en su día sí pude disfrutar con orgullo cuando mi padre recibió la insignia de oro por sus más de 50 años ¡y subiendo!
Son muchas grandes vivencias, siempre rodeado de integrantes de mi familia y, a veces, de buenos amigos. Aún recuerdo las deliciosas paellas regadas con gaseosa (aún no estaba en edad de ingerir alcohol) en casa de mi difunta abuela paterna y la larga caminata de peregrinación hasta el templo, las pipas, los cánticos, los goles, las tortillas de patata que preparaba y con las que celebrábamos las victorias o enjugábamos nuestras lágrimas...
Ahora trato de seguir todos los partidos que puedo por streaming, pero no es lo mismo porque no percibo el ambiente que los rodea. Hace pocas semanas encontré una peña atlética en la ciudad, lo malo es que se reúnen en un local que me pilla un poco a trasmano. Respecto al equipo, una temporada más su juego deja bastante que desear, aunque parece que con el nuevo entrenador argentino le ponen más ganas. De todos modos, el problema es de fondo y se encuentra en los despachos.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)