El dia que fui al Decathlon vi una nuevecita que me gustó, pero la descarté porque no quería gastarme tanto dinero. Días antes ya me había acercado a una tienda de bicis nuevas y usadas próxima a mi hogar, aunque las que ofrecían en ese momento no me interesaron. Sin embargo, al cabo del tiempo regresé y encontré lo que buscaba: 65 libras, bastante gastada, una rueda distinta a la otra, puede que el cuadro demasiado pequeño para mí... pero cumple con su función, que es lo importante.
La seguridad del vehículo es lo primero, con lo cual antes me acerqué a una especie de todo a 100 a comprar un candado y un cable de acero recubierto de plástico amarillo, que resulta ser demasiado largo y le tengo que dar varias vueltas para no ir arrastrándolo por el suelo. Cutre, pero eficiente.
Como algunos ya sabéis, la estrené al día siguiente bajando hasta Camden Town, subiendo hasta Parliament Hill y echándome una microsiesta tumbado al sol en la hierba de un parque. Copiando la expresión a mi DJ favorito, ¡muuuy fino!
Para restarle preocupaciones a mis progenitores y a los que me habéis visto montar os aseguro que aquí la gente respeta mucho al ciclista, que antes de llegar a muchos semáforos existen espacios reservados para las bicis y que la utilizaré para dar una vuelta por los alrededores, no para acercarme al centro.
A pesar de que me he encontrado con otros ciclistas por ahora no somos 1.000, como dicen en una estrofa de la canción del título, pero ¿quién sabe qué pasará en el futuro?
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