A pesar de estar viviendo fuera me intereso bastante por los acontecimientos que están sucediendo en España durante las últimas semanas. El mismo día en el que mi edad se equiparó al número del mítico creador del Showtime baloncestístico en Madrid comenzó un movimiento reivindicativo del que todos habréis oído hablar y en el que algunos de mis amigos, sobre todo los más presentes en las redes sociales, estáis bastante involucrados.
Tuve la ocasión de visitar la ciudad antes de las últimas elecciones para asistir a un gran a la par que entrañable evento familiar y, como sentía curiosidad, me acerqué a Sol para ver cómo estaba montado todo aquéllo. Cuando llegué, a eso de las 22:30, me sorprendió gratamente encontrar a gente de muy diversa edad y condición, algunas familias con críos y todo. Al volver más tarde esa misma noche el panorama había variado ligeramente, como es lógico, pero no se produjo ningún sobresalto.
El 19 de junio me pasé a Trafalgar Square para asistir a una serie de conciertos gratuitos. Cuando terminaron y me iba a marchar escuché de lejos algo de jaleo y me imaginé que sería la delegación londinense de Spanish Revolution. Estuve un rato, escuché varios cánticos, me encontré a una amiga, me dieron algunos panfletos...
Con algunas revindicaciones estoy más de acuerdo que con otras, pero creo que personas de diferente tendencia política se pueden y deben poner de acuerdo en asuntos que interesan a todos, como una reforma de la Ley Electoral, la independencia real del poder judicial o el establecimiento de controles más firmes para regular tanto a los políticos como a las entidades financieras.
Teniendo en cuenta sus partes negativas, que las tiene, a todos con los que he tratado sobre el asunto les insisto en que me quedo con lo bueno del movimiento; esto es, que ha provocado que muchos se interesen por asuntos públicos que antes parecían no importarles. Ojalá entre todos desarrollemos iniciativas populares para que logremos vivir en una democracia más participativa y con una separación de poderes real. Algunos ya están en ello.
Desafiando a la gravedad
Tras un fin de semana más entretenido de lo habitual por estos lares recibí la visita de la novia de un amigo. Quedamos para comer, no nos coordinamos bien y nos vimos más tarde de lo esperado. Afortunadamente, nos dio tiempo a hacer todo lo que queríamos: ir de compras, merienda-cena en un vegetariano que le recomendaron y acudir al musical "Wicked". ¿No quería el señor realizar actividades novedosas?, pues toma taza y media.
Como somos personas precavidas y no queríamos que nos esquilmaran el bolsillo compramos las entradas por internet casi con un mes de antelación. En función de nuestro presupuesto y del aforo ya vendido sólo nos dio para sentarnos en la penúltima fila del segundo anfiteatro, pero aun así disfrutamos como enanos.
Ella es una gran aficionada al género y fue quien propuso el asunto, mientras que a mí siempre me había dado repelús y me desvirgué porque se centra en la la vida de la bruja del Oeste de "El mago de Oz", una historia que me fascina desde bien pequeño, no sé exactamente por qué. La obra es producto de una novela escrita a finales de los 90 y su argumento, bastante original a pesar de tirar de algún tópico manido, desarrolla los antecedentes.
Los decorados fascinantes, el sonido en directo de la orquesta impecable, los actores estupendos, las coreografías y los efectos espectaculares, diálogos graciosos y con guiños al original, ¿qué más se puede pedir? Eso sí, todo en inglés; hubo frases que no entendí, pero seguí la trama sin problema. En el intermedio ya estaba emocionado: le di un abrazo, le agradecí la sugerencia y me compré una camiseta conmemorativa, como tengo pocas...
Al acabar las alrededor de dos horas y media la ovación fue atronadora y poco habitual por lo excesivo, según la entendida curtida en mil teatros nacionales y extranjeros. Tras salir y advertirme que había puesto el listón muy alto para el siguiente porque era el mejor musical que ella había visto nunca nos hicimos unas fotos, tanto juntos como con alguno de los actores. Lo que le faltaba a mi economía, aumentar la oferta de productos que me motivan dentro del mundo del espectáculo.
Como somos personas precavidas y no queríamos que nos esquilmaran el bolsillo compramos las entradas por internet casi con un mes de antelación. En función de nuestro presupuesto y del aforo ya vendido sólo nos dio para sentarnos en la penúltima fila del segundo anfiteatro, pero aun así disfrutamos como enanos.
Ella es una gran aficionada al género y fue quien propuso el asunto, mientras que a mí siempre me había dado repelús y me desvirgué porque se centra en la la vida de la bruja del Oeste de "El mago de Oz", una historia que me fascina desde bien pequeño, no sé exactamente por qué. La obra es producto de una novela escrita a finales de los 90 y su argumento, bastante original a pesar de tirar de algún tópico manido, desarrolla los antecedentes.
Los decorados fascinantes, el sonido en directo de la orquesta impecable, los actores estupendos, las coreografías y los efectos espectaculares, diálogos graciosos y con guiños al original, ¿qué más se puede pedir? Eso sí, todo en inglés; hubo frases que no entendí, pero seguí la trama sin problema. En el intermedio ya estaba emocionado: le di un abrazo, le agradecí la sugerencia y me compré una camiseta conmemorativa, como tengo pocas...
Al acabar las alrededor de dos horas y media la ovación fue atronadora y poco habitual por lo excesivo, según la entendida curtida en mil teatros nacionales y extranjeros. Tras salir y advertirme que había puesto el listón muy alto para el siguiente porque era el mejor musical que ella había visto nunca nos hicimos unas fotos, tanto juntos como con alguno de los actores. Lo que le faltaba a mi economía, aumentar la oferta de productos que me motivan dentro del mundo del espectáculo.
En bicicleta
Entre mis proyectos a corto-medio plazo estaba comprarme una bici. Al no querer adquirir un último modelo lo primero que hice fue buscar en una de las páginas de artículos de segunda mano más populares de aquí. Sin llegar a los tres dígitos y con un radio de acción de tres millas a la redonda tomando como referencia mi casa las opciones se redujeron considerablemente. Seleccioné seis ofertas y, por motivos varios, no llamé a ninguno de los anunciantes.
El dia que fui al Decathlon vi una nuevecita que me gustó, pero la descarté porque no quería gastarme tanto dinero. Días antes ya me había acercado a una tienda de bicis nuevas y usadas próxima a mi hogar, aunque las que ofrecían en ese momento no me interesaron. Sin embargo, al cabo del tiempo regresé y encontré lo que buscaba: 65 libras, bastante gastada, una rueda distinta a la otra, puede que el cuadro demasiado pequeño para mí... pero cumple con su función, que es lo importante.
La seguridad del vehículo es lo primero, con lo cual antes me acerqué a una especie de todo a 100 a comprar un candado y un cable de acero recubierto de plástico amarillo, que resulta ser demasiado largo y le tengo que dar varias vueltas para no ir arrastrándolo por el suelo. Cutre, pero eficiente.
Como algunos ya sabéis, la estrené al día siguiente bajando hasta Camden Town, subiendo hasta Parliament Hill y echándome una microsiesta tumbado al sol en la hierba de un parque. Copiando la expresión a mi DJ favorito, ¡muuuy fino!
Para restarle preocupaciones a mis progenitores y a los que me habéis visto montar os aseguro que aquí la gente respeta mucho al ciclista, que antes de llegar a muchos semáforos existen espacios reservados para las bicis y que la utilizaré para dar una vuelta por los alrededores, no para acercarme al centro.
A pesar de que me he encontrado con otros ciclistas por ahora no somos 1.000, como dicen en una estrofa de la canción del título, pero ¿quién sabe qué pasará en el futuro?
El dia que fui al Decathlon vi una nuevecita que me gustó, pero la descarté porque no quería gastarme tanto dinero. Días antes ya me había acercado a una tienda de bicis nuevas y usadas próxima a mi hogar, aunque las que ofrecían en ese momento no me interesaron. Sin embargo, al cabo del tiempo regresé y encontré lo que buscaba: 65 libras, bastante gastada, una rueda distinta a la otra, puede que el cuadro demasiado pequeño para mí... pero cumple con su función, que es lo importante.
La seguridad del vehículo es lo primero, con lo cual antes me acerqué a una especie de todo a 100 a comprar un candado y un cable de acero recubierto de plástico amarillo, que resulta ser demasiado largo y le tengo que dar varias vueltas para no ir arrastrándolo por el suelo. Cutre, pero eficiente.
Como algunos ya sabéis, la estrené al día siguiente bajando hasta Camden Town, subiendo hasta Parliament Hill y echándome una microsiesta tumbado al sol en la hierba de un parque. Copiando la expresión a mi DJ favorito, ¡muuuy fino!
Para restarle preocupaciones a mis progenitores y a los que me habéis visto montar os aseguro que aquí la gente respeta mucho al ciclista, que antes de llegar a muchos semáforos existen espacios reservados para las bicis y que la utilizaré para dar una vuelta por los alrededores, no para acercarme al centro.
A pesar de que me he encontrado con otros ciclistas por ahora no somos 1.000, como dicen en una estrofa de la canción del título, pero ¿quién sabe qué pasará en el futuro?
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