En este diario de viajes compartiré algunas de mis vivencias sobre los diferentes lugares en los que he vivido: Madrid, Londres, Montevideo, Harbin y ahora Moscú. Cuando hable de alguien no pondré su nombre, si alguna vez patino confío en que me disculpéis. En la medida de lo posible y de que me apetezca, trataré de que el título o algunas palabras de cada entrada estén relacionados con diversos aspectos musicales y contengan enlaces para que podáis escuchar canciones. Espero que os entretenga.

London

Al hacer la maleta me sucedió lo habitual en todos mis viajes, que termino a las mil y me acuesto a las mil y quinientas, como suele decir mi madre. En definitiva, que entre esa circunstancia y el madrugón para pillar el vuelo dormí menos de dos horas.

Me despedí de mi padre con menos dramatismo del esperado, mientras que mi madre me llevó al aeropuerto y, por fin, dejó de mirarme y me preguntó cuáles eran mis planes. Le conté lo que a todos los demás: primero, establecerme; después, abrir una cuenta en el banco; el resto, ya lo veré sobre la marcha, tanto lo laboral como lo académico.

El vuelo fue bien, incluso llegamos con 20 minutos de adelanto y mucho antes de lo que le había contado a mi anfitrión. Durante el trayecto dormí casi todo el rato, ¡estaba derrotado!, así que no experimenté la sensación de ponerme a meditar sobre mi futuro inmediato mientras me sudaban las manos por culpa de los nervios, como auguró mi amiga la del chocolate con churros.

En Gatwick recogí la maleta, un pis y a pillar el tren. Me enfrenté con la máquina expendedora automática y salí triunfante, a pesar de que era un billete a Clapham Junction e indicaba "not London", apartado que no entendimos ni mi anfitrión ni yo cuando se lo comenté posteriormente, porque el lugar pertenece a la ciudad. En fin, imagino que se referiría a que no atraviesa Londres.

Donde fueres, haz lo que vieres. Lo primero fue meternos un desayuno inglés en un bar al lado del metro de Brixton. Después unas compras y a descansar en su casa, tras lo cual contesté algunos mails, entré en la web de búsqueda de piso y respondí a varios anuncios de pisos. Uno de ellos me emplazaba a conocer la habitación esa misma tarde: llamé, acordamos la cita, busqué dónde se encontraba exactamente y allá que me fui.

El lugar está al norte, muy cerca del metro Tufnell Park, dos paradas al norte de Camden Town, en la línea negra. La chica que la ocupaba es una india de treinta y tantos que se va a vivir con su novio. La casa se comparte con una eslovaca que está todo el día encerrada y a la que no conocí y con un casero bastante talludito, más cerca de los 80 que de los 70. El sitio es muuuy barato, está bien ubicado, es amplio y luminioso. Además, tendría máxima independencia, con lo cual le dije que hay un 95 % de posibilidades de que me lo quede. Empezaría el lunes 2 de mayo, al tiempo que el mes y para que tenga margen de vaciar la estancia.

Después me di una vuelta para conocer el barrio y me confirmó mis buenos presagios, incluso vi una cancha de baloncesto y fantaseé con que una de las primeras cosas que haré será comprarme un balón y lanzarme unos tiros, como acostumbra a hacer otra emigrante a la cual tengo muy presente y le he copiado la idea.

Para celebrarlo me metí en un pub cercano a ver el Madrid-Barça y, al poco, llegó un parroquiano se sentó a mi lado en la barra y nos pusimos a hablar. Comentamos las jugadas del partido y otras anécdotas, sobre todo futbolísticas, aunque todavía me cuesta adaptar parte de la jerga de este deporte al inglés. Resultó que era hincha del Arsenal y su equipo español era ¡el Celta de Vigo!, porque hace años se enfrentaron en Champions y le gustó; lo cierto es que tenía un aire a Makelele... Además, en los 90 tuvo una novia española y visitó Barcelona, igual que casi todos los extranjeros que he conocido y alguna vez han venido a España, ¿o no?

Al acabar nos despedimos con un "take care" y nos dimos la mano, ni intercambio de nombres ni nada, y emprendí el regreso a Brixton. Como pasé por Elephant and Castle pensé en ir a ver otro piso, en el cual me habían emplazado a partir de las 22:00, pero era algo más tarde, pillaba a un rato de allí y estaba cansado, así que me fui directamente a Brixton, en donde mi anfitrión, su compañera de piso y yo nos pusimos al día sobre nuestras respectivas andanzas. Cenamos algo, escribí esto y a mimir, que estaba derrotado, pero contento de mi primer día.

Como repite al final de cada párrafo la canción de mis adorados The Smiths que da título a esta entrada, do you think you've (I've) made the right decision this time? ¡Sí, estoy convencido!

Azken guda dantza

El último día en Madrid también fue de aúpa. Como había vaciado mi habitación tuve que dormir en la que fue la estancia de la sueca y en una cama que estaba en el piso y era bastante chunga. Entre eso y los nervios amanecí a las 6:30 am, tras dormir poco más de cuatro horas. Tras un paseo, dos pises y escuchar algo de música decidí levantarme para recibir a una GRAN amiga del cole a la que echaré mucho de menos, que tuvo la gentileza de traerme ¡chocolate con churros!

Una vez desayunados fuimos a devolverle las llaves del piso y, en mi caso, a despedirme de otra gran amiga, cuyo gato cuidé durante Semana Santa y en ocasiones anteriores. Después nos acercamos al Clínico a por el Polo, regresamos a Donoso II para recoger unas cosas y me fui a ver a mi hermano y mi cuñada para despedirme y llevarles unos miguelitos que se habían olvidado en el coche cuando fuimos a recoger a su suegra.

Tras una amenísima charla me dirigí a la oficina del BBVA de mi banquero predilecto, que me debía entregar las libras que se supone me había cambiado. Sin embargo, mi gozo en un pozo, así que se las pasará a otro de nuestros amigos para que me las dé al cabo de los días cuando coincidamos en el SOS. Posteriormente, me pasé por Mirasierra para devolverle el saco de dormir al terror de Iecisa, vi a algunos de mis grandes amigos de Tecni y comí con mi exjefa y mi excompañera, todo esto en unas cuatro horas: menos mal que pillaba cerca.

Al acabar en Tres Olivos emprendí camino a Rodas para decidir qué me iba a llevar y colocar todas las pertenencias que había dejado empantanando mi cuarto. Mi hermano mediano aprovechó para venir con mi cuñada, mi sobrina y su suegra y despedirse de mí. Como tenía que pasar por el piso para ver el Schalke 04-Manchester Utd. y finiquitar Donoso II dejé a su suegra en su casa y me reuní con la chavalada en mi ya antiguo hogar. El asunto se prolongó con anécdotas, planes, fotos, besos, abrazos y parabienes muy emotivos. ¡Os echaré de menos!

De vuelta en Manhattan cené con mis padres, imprimí las tarjetas de embarque de Londres y Murcia y me puse en serio con el equipaje, controlando los pesos de los bultos con la balanza que se compró nuestra antigua compi de piso para no tener que pagar suplementos a los de EasyJet.

Una stanza vuota


Así estaba...


...y así quedó mi habitación de Donoso II tras realizar la mudanza; bueno, con el objeto de evitar que el nuevo inquilino no saliese corriendo la limpié un poco, porque tenía más mierda que un jamón, como no podía ser menos.

Para llevar todo a casa de mis padres alquilé por internet una furgoneta en Hertz por 72 €, que resultaron ser 92 € cuando le sumé un seguro de daños [incluía todo menos el techo (?)]. En el proceso conté con la ayuda inestimable de mi hermano mayor y un amigo del colegio: ¡muchas gracias a ambos! Entre los tres apañamos el asunto con relativa facilidad, aunque ubicar todo fue otro cantar: los que conozcáis el lugar entenderéis los motivos.

Después comida, ducha, Donoso II, devolver el vehículo a las 18:00 en Delicias, acompañar a mi hermano para recoger a su suegra en Méndez Álvaro, dejarla en Parque de las Avenidas, llevar a mi hermano a su casa, tratar de dejar el coche por Santa Cruz de Marcenado mientras escuchaba temazo tras temazo en la emisora Gestiona Radio (en el proceso vi a una amiga de mi DJ favorito, que también vive en Londres, aunque ella no se dio cuenta), aparcar por San Bernardo a tiempo para quedar a las 20:00 en la Plaza de las Comendadoras con mi anfitrión londinense y algunos de nuestros amigos en común, cañear sin alcohol y cenar con ellos, dejar el Polo en el Clínico... y acostarme más tarde de lo debido, como acostumbro y quiero cambiar. No está mal para el penúltimo día, en el que antes de comenzar la mudanza también me acerqué a Vallecas para recoger el portátil de mi madre, que estaba arreglando un amigo.