En este diario de viajes compartiré algunas de mis vivencias sobre los diferentes lugares en los que he vivido: Madrid, Londres, Montevideo, Harbin y ahora Moscú. Cuando hable de alguien no pondré su nombre, si alguna vez patino confío en que me disculpéis. En la medida de lo posible y de que me apetezca, trataré de que el título o algunas palabras de cada entrada estén relacionados con diversos aspectos musicales y contengan enlaces para que podáis escuchar canciones. Espero que os entretenga.

Videojuegos

Como a muchas personas de mi generación, desde pequeño me fascinan los videojuegos. Es probable que buena culpa de ello la tengan mis abuelos maternos que, siendo yo bien pequeño, trajeron de las Islas Afortunadas una de las primeras consolas, que hizo las delicias de mi familia y algún que otro vecino.

También gracias a ellos, mi infancia estuvo trufada de las maquinitas de la compañía japonesa que funcionaban con pila de botón. ¡La de veces que habré ayudado al gorila a sortear cocodrilos o al ratón más famoso del mundo a recoger huevos!

El necesario Load "" enter que te sumergía en mundos nuevos me pilló demasiado joven, con lo cual me limitaba a mirar cómo jugaba uno de mis hermanos y fantaseaba sobre cómo escapar de un campo de concentración o convertirme en un elfo, una valkiria, un mago o un guerrero para encontrar la salida.

A primeros de los 90 convencí a mis padres para que me compraran la primera consola portátil con cartuchos intercambiables, que exprimí a conciencia y supuso mi primer contacto con uno de mis héroes favoritos. Aún en mi tardía juventud atenuaba mis melopeas uniendo las píldoras que recetaba su personaje más famoso, reconvertido a doctor.

Posteriormente, en la capital irlandesa me quedé prendado de los salones recreativos y conocí lo que luego me enteré que era la primera parte del mejor juego de lucha de todos los tiempos: que levante la mano quien haya exclamado alguna vez "Hadoooken!" sin venir a cuento. También gané Copas de Europa con mi Atleti, soñando que algún día les vería obtener un título continental...

Ejemplo de salón recreativo actual, que visité recientemente.

Unos años después entré por la puerta grande de los ordenadores personales ganando uno de ellos en un concurso de televisión: existe un vídeo al respecto, pero nunca lo he visto. A partir de entonces busqué muchas minas, descubrí nuevas cilivizaciones y hasta gestioné equipos de fútbol gracias al saber hacer de un conocido periodista deportivo y sus hermanos.

A medida que me hice mayor las máquinas recreativas también evolucionaron, pero a peor, ya que aumentaron su dificultad y olvidaron la idea inicial de simple to learn, difficult to master, con lo cual para mí perdieron gran parte de su atractivo. De todos modos, cada vez que veo uno de estos lugares entro a cotillear, por si me encuentro con alguna reliquia que me motive.

Hace poco vi este juego de aviones y me eché una partidita.

He escrito esta larga introducción para intentar que, quien me lea, entienda la emoción que sentí hace unos meses al asistir con dos recientes amigos a un concierto de la London Philharmonic Orchestra, que interpretó la banda sonora de alguno de los grandes éxitos de la banda sonora de mi vida lúdica.

Programa del evento.

¡Música y videojuegos combinados! ¡Y en el Royal Festival Hall! A todos los asistentes se nos pusieron los pelos como escarpias, en especial con los temas de mi compositor nipón favorito, admiración que comparte un reconocidísimo bajista zurdo con el que no sólo quisiera tener esto en común. En definitiva, otra experiencia inolvidable que me llevaré de esta isla.

Pincha aquí para escuchar un tema que te levantará del asiento.

Señores, yo soy del Atleti

Gracias a uno de los usuarios más activos de redes sociales, antiguo nadador y atlético de pro, hoy he vuelto a ver el vídeo con el resumen de la remontada al Barcelona del Dream Team de la temporada 93-94. Ese partido lo viví en el fondo sur del Calderón, en cuya portería se marcaron todos los goles del 4-3 definitivo, y es uno de los que más disfruté jamás por motivos obvios.

Tras marcharnos al descanso perdiendo 0-3 por culpa de un hat trick de un brasileño bajito terror de defensas, en la segunda parte salimos a morder y nos llevamos el encuentro, culminando la remontada con un gol del ahora director deportivo y a pesar de tener un jugador menos. He gritado como entonces, se me han puesto los pelos como escarpias y así se lo he hecho saber.

Aunque a algunas personas les pueda parecer frívolo, uno de los placeres que más echo de menos es acudir al estadio para animar a mi equipo. De hecho, me dio mucha pena que uno de mis hermanos tuviera que recoger en mi nombre el reconocimiento por ser socio abonado durante 25 años seguidos. Sin embargo, en su día sí pude disfrutar con orgullo cuando mi padre recibió la insignia de oro por sus más de 50 años ¡y subiendo!


Son muchas grandes vivencias, siempre rodeado de integrantes de mi familia y, a veces, de buenos amigos. Aún recuerdo las deliciosas paellas regadas con gaseosa (aún no estaba en edad de ingerir alcohol) en casa de mi difunta abuela paterna y la larga caminata de peregrinación hasta el templo, las pipas, los cánticos, los goles, las tortillas de patata que preparaba y con las que celebrábamos las victorias o enjugábamos nuestras lágrimas...

Ahora trato de seguir todos los partidos que puedo por streaming, pero no es lo mismo porque no percibo el ambiente que los rodea. Hace pocas semanas encontré una peña atlética en la ciudad, lo malo es que se reúnen en un local que me pilla un poco a trasmano. Respecto al equipo, una temporada más su juego deja bastante que desear, aunque parece que con el nuevo entrenador argentino le ponen más ganas. De todos modos, el problema es de fondo y se encuentra en los despachos.