Hace pocos meses, Quien Todo lo Opina me dijo que la persona que empieza a hacer teatro pasados los 30 es porque le falla algo en la cabeza. Puede que tenga razón, pero para mí era tarde porque ya había experimentado mi bautismo teatral... con 32 y en inglés.
La función consistió en leer un guión a la manera de las antiguas novelas radiofónicas delante de una veintena de personas, muchas de ellas amigas, que se congregaron en uno de los locales de la ONG con la que colaboré durante mi estancia londinense.
Mis compañeros y yo representamos el episodio de una serie escrita por el gerente de la tienda, un actor que adora el mundo del espectáculo y logró que todo fuera sobre ruedas tanto en los ensayos como durante las dos funciones, viernes y sábado.
El estilo de la obra era una especie de vodevil británico, una comedia de enredo con muchos juegos de palabras, alguno de trazo grueso. La historia estaba basada en ciertos personajes reales exagerados hasta el absurdo.
Mi actuación no resultó tan complicada porque hacía de marica italiano y tenía que exagerar mi mala pronunciación. De hecho, el guión basaba varios de los golpes de humor en ello, como cuando figuraba que me marchaba a casa y decía "I'm going hom-o".
Las únicas quejas vinieron por parte de italianos, quienes me preguntaron por qué acabé todas las frases con -o. Les respondí que los británicos pensaban que así se caricaturizaba su modo de hablar. Eso no les hizo tanta gracia.